viernes, 18 de octubre de 2013

Un cajamarquino en "El Sexto" de José María Arguedas.

Paisanos, aquí publico un breve fragmento de la obra literaria "El Sexto" de José María Arguedas, en que describe su peripecia dentro de la cárcel (y entre "escila y caribdis" o el comunismo y el aprismo) después de haber protestado contra Camarotta y de haber sido reprendido por el general Óscar Benavides, entre 1937 y 1938, de aquí sale la inspiración para la novela. No quiero hablar de la trama ni del contexto (y muchos de ustedes ya la habrán leído), por eso dejo aquí el pasaje en que menciona o, describe, al panadero de la prisión, un "oriundo cajamarquino", apodado "El Ángel del Sexto":

"Preparábamos el desayuno en la celda de Torralba. Había un turno para hacerlo. Pero a todos auxiliaba el dueño de la celda.

El “Ángel del Sexto” traía el desayuno “oficial” al tercer piso. Un ayudante cargaba el balde del café y el “Ángel” el saco del pan. El “café” era una agua negra que olía a sillao chino, y casi nadie lo recibía. El pan en cambio era sabroso y grande; el saco del “Ángel” trascendía a horno serrano. Yo me acostaba por las noches con la ilusión de ese pan del Sexto que me recordaba el dulcísimo ambiente de los hornos poblanos, cuyo olor a pan caliente llega a varias cuadras de distancia.

Le Llamábamos “El Ángel del Sexto” al muchacho del pan porque dentro del saco traía a los presos cartas y regalos de los parientes, de las enamoradas o de los amigos, y los periódicos. Por un acuerdo solemne que nadie quebrantó, el “Ángel” no fue aprovechado para llevar o traer mensajes políticos.

Era un hombre joven, alto, pálido e ingenuo, oriundo de Cajamarca. Compraba también para los presos algunos materiales indispensables de trabajo, poco a poco: alambre, clavos, cola, especialmente para quienes no tenían pariente ni amigos en Lima. No cobraba; los presos le daban propinas; en las casas adonde llevaba cartas lo agasajaban y algunos le recompensaban muy bien. Pero servía igual a los que no tenía dinero. Las mujeres e hijos de muchos presos agonizaban de hambre; el “Ángel” llegaba a esas casas llevando los objetos que los presos fabricaban en sus celdas; “popeyes”, juegos de ajedrez, toda clase de figuras hechas de miga de pan; juguetes y artefactos de madera o alambre. No recibía nunca dinero por estos servicios. “Yo estoy libre, tengo mi sueldo”, decía. Traía también malas noticias. La infidelidad de amantes y esposas; la negativa o el olvido de las enamoradas".

Arguedas, José. El Sexto. Lima: Editorial Horizonte, 1969.





No hay comentarios:

Publicar un comentario